Madres de Zacatecas transforman el dolor en arte mientras buscan a sus desaparecidos 

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Bordadoras zacatecanas plasman en lienzos los recuerdos de sus seres queridos desaparecidos. 

En Zacatecas, un grupo de madres buscadoras, integrantes del colectivo Madres Buscadoras de Zacatecas, ha convertido su dolor en una forma de arte a través del bordado. Cada puntada en sus lienzos representa una mezcla de sufrimiento y esperanza mientras buscan a sus familiares desaparecidos. Estos bordados, que plasman los oficios y pasatiempos de sus seres queridos, serán parte de una próxima exposición. 

El colectivo, fundado por Elizabeth Araiza, surgió hace más de un año con 30 integrantes, pero hoy cuenta con casi 200 miembros, todas ellas unidas por el mismo dolor de haber perdido a un ser querido. Aunque el aumento de las desapariciones ha roto muchas familias, también ha llevado a muchas personas a alzar la voz y unirse en la búsqueda de la verdad y la justicia.

Entre las madres que forman parte del colectivo se encuentra Amalia Márquez, cuyo hijo Jonathan desapareció en 2014 a la edad de 16 años. Amalia borda un ciclista y un changuito, símbolos que representan el pasatiempo y el apodo de su hijo. A pesar de los años, su lucha por encontrar a su hijo no ha disminuido, incluso después de descubrir que su caso nunca fue registrado oficialmente hasta mucho tiempo después de su desaparición. 

Otro caso es el de Francisca Guerrero, cuyo hijo José Ramón Meraz Guerrero, de 16 años, desapareció en 2023. José Ramón, quien trabajaba como mesero, había encontrado un nuevo empleo en un autolavado antes de desaparecer. Francisca ha buscado a su hijo incansablemente, pero siente que la investigación no ha avanzado lo suficiente, ya que la exnovia de su hijo, una persona clave que pudo haber tenido contacto con él, no ha sido llamada a declarar. 

Doña Esthela, otra de las madres, busca a su hijo César Acuña Campos, de 44 años, quien desapareció en marzo de 2023. César se dedicaba a la venta de autos desde hacía más de 20 años. El día de su desaparición, dejó de responder las llamadas mientras trabajaba. Su familia encontró sus autos abiertos, pero él y su ayudante habían desaparecido. Desde entonces, doña Esthela vive con un dolor indescriptible que ha plasmado en un lienzo con un carro azul, el mismo que su hijo vendía. 

Las madres buscadoras no solo han bordado sus recuerdos y sufrimientos, sino que también han participado activamente en la búsqueda de sus seres queridos, visitando morgues y otras instalaciones con la esperanza de encontrar alguna pista. La incertidumbre de no saber el paradero de sus familiares les pesa, pero continúan con su lucha.