La presidenta de Honduras acusa a “fuerzas oscuras” internas y externas de conspirar para desestabilizar su mandato, tras la cancelación del tratado de extradición con Estados Unidos.
La presidenta de Honduras, Xiomara Castro, ha emitido una contundente advertencia sobre lo que considera un intento orquestado de golpe de Estado en su contra, evocando los fantasmas del golpe de 2009 que derrocó a su esposo, el expresidente Manuel Zelaya. En un mensaje transmitido por la televisión y la radio nacionales, Castro denunció la reactivación de las “fuerzas oscuras” que, según ella, buscan desestabilizar su gobierno socialista democrático. Señaló que tanto actores internos como externos, en complicidad con medios nacionales e internacionales, estarían detrás de este complot para socavar su gobierno y el próximo proceso electoral en el país.
La presidenta vinculó directamente estas amenazas con la reciente decisión de su gobierno de cancelar el tratado de extradición con Estados Unidos. Según Castro, el gobierno estadounidense ha mostrado una actitud intervencionista, intentando dirigir la política interna de Honduras a través de su embajada.
En su mensaje, aseguró que su administración no permitirá que dicho tratado sea utilizado como una herramienta para desarticular las fuerzas armadas hondureñas ni para debilitar su mandato. Castro acusó a Estados Unidos de instrumentalizar la extradición de manera selectiva para avanzar en sus propios intereses políticos, lo que ella considera una violación flagrante de la soberanía nacional.
Castro también señaló que su gobierno ha demostrado su compromiso con la lucha contra el crimen organizado, pero subrayó que no permitirá que actores externos usen la lucha contra el narcotráfico como un pretexto para desmantelar la estabilidad interna de Honduras. Su mensaje fue claro: está decidida a enfrentar cualquier intento de golpe de Estado y a defender la soberanía de su nación frente a las presiones extranjeras.
Este movimiento, sumado a la denuncia pública de un supuesto complot para derrocar su gobierno, ha elevado las tensiones políticas en el país y ha generado preocupación entre sus opositores y aliados. Mientras algunos sectores ven en estas acusaciones una estrategia para desviar la atención de los problemas internos de su gobierno, otros las interpretan como un llamado legítimo para resistir cualquier intento de desestabilización por parte de intereses externos que, históricamente, han intervenido en la política hondureña. La situación mantiene al país en un clima de incertidumbre y polarización, mientras la mandataria se prepara para enfrentar lo que considera un ataque directo a la democracia de Honduras.